JERUSALEN – La vida de los cristianos en la Tierra de Jesús se ha convertido casi en una quimera debido a los graves problemas que afectan a esa minoría, cada vez más reducida debido a una fuerte emigración.
Misión heroica
«Ser cristiano en Tierra Santa es realmente ser un héroe», aseguró a Efe el padre chileno Sergio Olmedo, superior del Convento de San Juan del Desierto, durante uno de los actos de esta Semana Santa.
A diferencia de España o América Latina, la Pascua se celebra por estas tierras en la austeridad que caracterizó la vida de Jesús, y siempre a la sombra de los problemas que los cristianos deben afrontar en su vida diaria.
«Los cristianos son discriminados por los árabes por no ser musulmanes, y por los judíos por ser árabes», sentencia el religioso, al describir una situación harto conocida y para la que la Santa Sede no parece encontrar solución por la coyuntura de conflicto que se vive en la región desde hace décadas.
Políticamente dividida entre cuatro países o entidades políticas, la diócesis de Tierra Santa, que encabeza el palestino Michel Sabah, la forman Israel, Jordania, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y Chipre.
Con la excepción de esta última, las otras tres comunidades están sujetas a los designios y regulaciones de gobiernos elegidos por mayorías de otras confesiones -musulmana y judía-, a veces sin disfrutar de los mecanismos constitucionales que protejan sus derechos más básicos y, otras, limitados en sus movimientos por los lugares santos por la existencia de fronteras políticas.
Libertad cercenada
Una libertad que muchos cristianos en Cisjordania y Gaza ven cercenada precisamente durante la Semana Santa porque la mayoría de los actos tienen lugar en Jerusalén, a la que sólo puede entrar con permisos especiales de las autoridades militares israelíes.
Para ello deben cruzar el muro de separación construido en los últimos años, cuyo impacto a nivel económico para la comunidad cristiana ha sido particularmente devastador porque ha quebrado las estrechas relaciones comerciales que existían históricamente entre empresarios de Jerusalén, de un lado, y los de Belén y Ramala, del otro.
Las restricciones israelíes al libre movimiento de palestinos y la situación de crisis económica permanente en los territorios palestinos desde el estallido de la Intifada de Al-Aksa en septiembre de 2000, han llevado a muchos de estos cristianos a emigrar en busca de un futuro mejor.
«La vida de los cristianos palestinos no es nada fácil», afirma Catherine Dupeyron, autora del libro «Cristianos en Tierra Santa: ¿desaparición o mutación?» (Albin Michel, 2007, en francés), quien no obstante sostiene que el fenómeno de la emigración de esa minoría no es nuevo.
Paradoja cristiana
Según la experta, se da la curiosa paradoja que cuando a finales del siglo XIX llegó la expansión del cristianismo en Tierra Santa -después de cuatro siglos de dominio otomano-, los cristianos, en lugar de aprovechar el boom económico y religioso de la época, comenzaron a marcharse.
Después influyó el conflicto desatado tras la creación del Estado de Israel en 1948, la ocupación militar a partir de 1967, y más recientemente, dice la escritora, «la fuerte islamización de la sociedad» palestina.
El resultado final es que, en la actualidad, los cristianos palestinos representan sólo un 1.2 por ciento de la población de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, con sólo unos 50 mil miembros.
Otros 150 mil residen en el territorio de Israel, sobre todo en la Galilea, donde las mejores circunstancias económicas y las defensas jurídicas a su disposición les han convencido de quedarse.
«Desde 1970 la población palestina cristiana de Israel se mantiene estable», sentencia Dupeyron.
En su libro, la periodista francesa expone también un fuerte crecimiento del cristianismo en Israel gracias a la llegada, en los noventa, de más de 70 mil trabajadores extranjeros con residencia que proceden de distintos países cristianos (como Rumanía o Filipinas), y entre 300 mil y 400 mil emigrantes rusos.
Legalmente, los emigrantes rusos llegaron al país como «judíos», «descendientes de judíos» o por matrimonios con judíos, pero en realidad no profesan esa religión sino, en un gran número, el cristianismo.
En Israel, los cristianos representan hoy un 6 por ciento de su población, lo que recientemente llevó a la Santa Sede a replantearse la organización de su diócesis de Tierra Santa y abrir una Iglesia hebreoparlante para satisfacer las necesidades religiosas de esta comunidad.
Elías L. Benarroch y Ana Cárdenes Alonso, EFE
20 de Marzo de 2008
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