Argentina

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El crecimiento del cristianismo en este país está reconduciendo esta nación, su política y la forma como ver al mundo. Cada vez más las autoridades comunistas son más permisivas al cristianismo.

El cristianismo, reprimido, marginado y, en muchos casos, ilegal por más de medio siglo, está barriendo China. Estas iglesias abarrotadas de gente son un reto para el Partido Comunista oficialmente ateo.

Las estadísticas indican que las iglesias cristianas (en clandestinidad la mayoría) cuentan con 70 millones de fieles, una cifra similar a la de los miembros del propio partido comunista. Además se evidencia que cada hay más cristianos que son a la vez miembros del partido.

El cristianismo florece porque ofrece un marco moral a los ciudadanos en contraposición a la era de capitalismo occidental salvaje caracterizado por la corrupción y la contaminación. Algunos cristianos chinos alegan que su fe beneficia al Partido Comunista, porque afianza la base económica que es fundamental para sostener el partido.

Durante décadas, la mayoría de los cristianos de China adoraron en clandestinidad en lo que se conoce como «iglesias caseras» evitando llamar la atención por temor a ser detenidos y ser acusados de «perturbar el orden público».

Pero cada vez se hace más visible la manifestación pública de la fe en la población china y estos temores se van derribando.

Muchos líderes cristianos creen que ha llegado el momento de proclamar su lugar en la sociedad china y quieren aprovechar el momento histórico en que el mundo entero tendrá sus ojos fijos en esta nación por el desarrollo de los Juegos Olímpicos de 2008, que comenzarán en agosto.

Jin, ex miembro del Partido Comunista y quien se separó de la Iglesia estatal el año pasado para fundar su Iglesia Sión, es un testimonio de un cambio histórico: Después de siglos esfuerzos extranjeros para el cristianismo en China, hoy el liderazgo no está dirigido por misioneros evangélicos foráneos, sino por los ciudadanos locales. El cristianismo que una vez que se limitó a pueblos pobres, se está extendiendo en los centros urbanos donde está el poder a menudo con la aprobación tácita del régimen.

Se alcanza los rincones más influyentes de la vida de China: Los intelectuales desilusionados por la represión de 1989 en la Plaza de Tiananmen, los magnates hartos de la corrupción y hasta los miembros del Partido Comunista se atreven a afirmar que su fe no contradice con el gobierno.

Los límites entre lo que es legal y lo que no es, están cambiando constantemente. Por ejemplo una nueva iglesia o una escuela dominical, podría permitirse hoy y mañana ser prohibida porque los funcionarios locales cuentan con un amplio margen para interpretar las leyes que rigen las reuniones religiosas.

Pero sobre todas las cosas hay una señal de cambio por parte del gobierno que es cada vez está más abierto y es tolerante a la manifestación de la fe en la vida pública. Este surgimiento, impulsado por protestantes o evangélicos, refleja el despertar espiritual en China.

Las cifras oficiales del gobierno indican que hay 21 millones de protestantes y católicos, un crecimiento del 50% en menos de 10 años. Sin embargo la población de cristianos en clandestinidad es muchísimo mayor. Se estiman que existan 70 millones de cristianos en estas condiciones que alcanza ya un 5% de la población.

En momentos en los que el cristianismo en Europa occidental está disminuyendo, los chinos están dibujando el mapa espiritual mundial con una comunidad de creyentes que hoy en día supera a todos los cristianos de Italia por ejemplo.

Pero el futuro de la fe en China es incierto, no se sabe hasta dónde el Partido Comunista está dispuesto a dejarlos crecer.

IGLESIA EN SU SITIO
Los anuncios de neón de «Ciudad Sauna», una discoteca y lugar de masajes al norte de Pekín, en el edificio no es del todo espiritual. Pero el alquiler es bajo, por lo que Jin y su iglesia firmó un contrato de arrendamiento. Es lo suficientemente grande como para albergar 150 sillas, un coro y una banda. Además Jin imprimió tarjetas de presentación con la dirección, un paso inaudito y audaz tomando en cuenta que su iglesia no está autorizada por el Gobierno.

Al publicar su nombre, el número teléfono y la dirección en las tarjetas de la recién fundada Iglesia Sión, no quiso identificarse como iglesia «clandestina». La describe como un grupo «abierto e independiente».

Jin proviene de una familia de raíces coreanas, se afilió al Partido Comunista con sus camaradas de estudio.

Pero un punto de inflexión en la historia de China hizo que Jin fijase sus ojos en Jesús. Más o menos a mitad de su carrera universitaria, el líder máximo del Gobierno ordenó al Ejército a poner fin a las manifestaciones prodemocráticas que se estaban realizando en la plaza de Tiananmen. La represión dejó cientos de muertos, y resquebrajó la confianza de los jóvenes intelectuales que como Jin habían depositado en el Estado.

El cristianismo les ofrecía una alternativa a la ortodoxia política de China. Aquellos que estaban a la búsqueda de algo nuevo en que creer, Jesús les ofrecía salvación, valores morales absolutos y el sentido de formar parte de una empresa más grande que China.

«Pensaban que me había vuelto loco», manifiesta Jin. Los funcionarios intentaron persuadirle para que no tomase un camino ilegal, pero Jin les ha asegurado que no tiene interés de crear conflictos. «Me han pedido informes escritos para explicar lo que se está haciendo. Lo hemos hecho y hemos explicado muy bien quienes somos, lo que queremos hacer y notificamos el calendario de nuestras actividades.»

La Iglesia Sión abrió sus puertas en Mayo de 2007 con sólo 20 personas. En un año ya cuenta con una membresía de 350. Dicen ser no confesionales pero tienen en su doctrina la clara tendencia del cristianismo evangélico.

Las autoridades chinas piensan que los cristianos estarán de acuerdo en seguir al hombre y a Dios. Y en la Iglesia de Sión donde pastorea Jin Mingri este compromiso ha sido la clave del éxito. Si continúa creciendo al ritmo actual pronto será una megaiglesia con 2000 miembros. Pero Jin está decidido a no permitir que eso suceda, quiere limitar la congregación a 600 personas, para garantizar que todos puedan tener suficiente atención individual.

A pesar de ello siguen los planes para alquilar más espacio. Eventualmente, quiere construir una iglesia. Pero no sabe si eso va a suceder. Hasta el momento, las autoridades religiosas le han dejado salir de la iglesia estatal, han hecho la vista gorda para que alquilase estas oficinas y para crear su propia iglesia, e incluso le han permitido tener una banda y un coro. Pero ¿tener un edificio?

«En este momento, no estamos autorizados a hacerlo», señaló. «He solicitado esto a funcionarios de gobierno en numerosas ocasiones y vamos a seguir intentándolo».

Este tipo de relación es la que su iglesia busca con el Estado para ver la iglesia y el Partido Comunista pueden compartir el alma de China. Jin es muy optimista al respecto.

Fuente: Chicago Tribune. Traducción: entreCristianos. Redacción: ACPress.net

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