Argentina

La niña de Jessica Council nació con 23 semanas y media de gestación, en el umbral de viabilidad.

14 de mayo de 2011, ESTADOS UNIDOS

Menos de dos semanas después de la muerte de Jessica, su esposo Clint Council escribió las últimas palabras que muchos esperarían escuchar de un hombre que acaba de perder a una esposa joven a quien amaba entrañablemente.

“Alabo a Dios, amigos míos. No dudéis de Dios, no estés enojado con Él por mi causa. Tengo el privilegio de haber tenido una esposa que estaba tan llena del amor del Padre. Alégrense conmigo, hermanos y hermanas. Dios ha bendecido a Jessica al llevarla a un lugar de perfecta paz y sin dolor. Tengo que estar agradecido por el tiempo que tuve con ella, en lugar de lamentar todas las cosas que nunca llegamos a hacer juntos. Debemos dar gracias en todas las cosas, porque ésta es la voluntad de Dios en Jesucristo. Gracia y Paz a todos”, expresó en una nota enviada a un blog sobre la lucha de ella con el cáncer.

La muerte de Jessica Council, una joven mujer de fe cristiana evangélica (era miembro de una iglesia bautista), ha llegado a ser noticia porque ella no quiso abortar cuando los médicos se lo aconsejaron y rechazó el tratamiento contra el cáncer por no dañar a su bebé. Finalmente, la niña nació a las 23 semanas de gestación, poco tiempo después del fallecimiento de su madre.

LA HISTORIA
En agosto del año pasado, Jessica,, de 30 años de edad y madre de una hermosa criatura, notó que tenía dolor de garganta. En esa misma época, también comenzó a sospechar que estaba embarazada.

Dos semanas después el dolor de garganta no se había ido y Jessica decidió hacerse un chequeo médico. Su doctor le dijo que probablemente era un bocio de tiroides, y en última instancia nada de qué preocuparse. Le hizo una prueba, que él dijo que confirmó sus sospechas iniciales. Todo estaría bien, le comentó.

Pero el médico se había equivocado. Tres meses después, alrededor del 15 de noviembre, Jessica comenzó a tener problemas para respirar. El 21 de noviembre ingresó por Urgencias en un hospital y al día siguiente no podía respirar al tener obstruida la vía respiratoria, razón por la cual los médicos la intubaron y la conectaron a un respirador mecánico.

Veinticuatro horas más tarde le informaron a Jessica que tenía cáncer. Para entonces, ella también sabía con certeza que estaba embarazada. Así comenzó un viaje que pondría la fe de Jessica y su marido a prueba.

EL INICIO DEL AMOR
Jessica y Clint se conocieron en Greenville College School. Hace poco, en una entrevista con LifeSiteNews.com, Clint dijo que había observado a la hermosa pelirroja sentada un día en el comedor universitario, y le preguntó si podía acompañarla. Ella se negó. Pero Clint no se dio por vencido. Insistió durante un año y medio, hasta que Jessica accedió a salir con él. La pareja se casó dos años y medio después y se mudó a Traveler’s Rest, Carolina del Sur, donde tuvieron un hijo y trabajaron en un ministerio cristiano evangélico como mentores de jóvenes. Todo iba bien: ellos eran jóvenes, estaban enamorados, tenían salud y disfrutaban la vida.

Clint señala que su esposa siempre se cuidó mucho. “Ella siempre ha sido extremadamente saludable. Comía con mucho cuidado. Trató de honrar a Dios con su cuerpo. Hizo ejercicios físicos regularmente”, dijo.Por esta razón, la última cosa que ellos esperaban era el advenimiento de una enfermedad grave, como el cáncer que la atacó en agosto pasado.

MADRE E HIJO
Clint describe la reacción de su esposa al saber que tenía cáncer en el tiroides como “una mezcla de miedo y sorpresa”. En cuanto a él, afirma que sintió “todas las emociones que se pueda imaginar… a excepción de alegría”.

El cáncer no amenazaba solamente a Jessica. Ella estaba embarazada y cualquier tratamiento al que se sometiera perjudicaría casi con seguridad a su hijo por nacer, e incluso lo mataría.

El 25 de noviembre, el ginecólogo-obstetra del hospital le aconsejó a la pareja un aborto. Clint dice Jessica nunca vaciló . “Esa nunca fue una opción”, dijo.Luego hubo que decidir qué tratamiento aplicar. Mientras que el oncólogo dijo que la quimioterapia posiblemente mataría al bebé, el ginecólogo no estaba de acuerdo, pues decía que el bebé probablemente sobreviviría, pero sufriendo daño cerebral.A Jessica le tomó unos pocos segundos decidir. “Me miró y dijo no con la cabeza”, relata Clint. Ella también se negó a la radioterapia a causa de sus riesgos similares.

SABÍA QUE IBA A MORIR
La cuestión del tratamiento surgió de nuevo cuando el bebé llegó al tercer trimestre. En ese momento, dice Clint, la decisión fue mucho más difícil, con los médicos diciendo que los riesgos eran mínimos porque el bebé estaba casi completamente desarrollado.

Sin embargo, Jessica siguió negándose a los tratamientos, para el bien de su hijo no nacido.Clint confiesa que ni él ni su esposa sintieron que los médicos fueran totalmente sinceros respecto a los riesgos. Pero también había otra razón para rechazar los tratamientos: Clint dice que “ella sabía que iba a morir de todas formas”, incluso con tratamiento.Jessica no compartió eso con su esposo hasta casi cuando murió. “Pero pienso que ella sabía, y estuvo pensando que iba a dar a este bebé todas las oportunidades que pudiera”.

Aunque la pareja encontró un cierto éxito con los métodos alternativos para frenar el crecimiento del cáncer, sin tratamientos más agresivos, sólo fue una cuestión de tiempo. El cáncer ganó la partida.

BEBÉ MILAGRO
En la noche del pasado 5 de febrero, Jessica se durmió con dolor de cabeza y náuseas. Ya no despertó nunca.Al día siguiente el hospital declaró la muerte cerebral de la joven, y los médicos entregaron a Clint el visto bueno para efectuar el parto por cesárea. El 6 de febrero, nació la pequeña “Jessi”, pesando solamente 1 libra 3 oz (538 gramos).

Los médicos habían pensado que Jessica estaba embarazada de 25 semanas, pero después que nació la bebé se dieron cuenta que probablemente tenía sólo alrededor de 23 semanas y media, que es el umbral de viabilidad.“Sobre eso sólo puedo dar testimonio de la gracia de Dios, debido a que Jessica murió justo cuando el bebé era viable para la vida fuera del útero”, sostiene Clint. Los médicos dicen que la pequeña Jessi se está desarrollando bien.

LA LUCHA
La experiencia no ha sido fácil y Clint la como “emocionalmente brutal”. “Sí, yo luché”, dice Clint, “porque en la Biblia está la única persona que nos mandó amar más que a nosotros mismo. Esto lo hizo ella. Yo luché”.“A veces es más fácil ser generoso en cualquier cosa que te pasa, pero cuando se pierde a la persona que amas más que cualquier otra cosa, es muy difícil”, reconoce.

También fue difícil para su primer hijo, de dos años y medio de edad, quien después que Jessica ingresó al hospital no pudo verla durante aproximadamente un mes. Su dolor fue enorme. Pero después que visitó a su madre, “comenzó a estar mejor”, dice Clint.Después que Jessica murió, el niño sufrió un período de aguda “ansiedad por la separación”, aunque actualmente ha comenzado a superarlo.

EN PILOTO AUTOMÁTICO
En cuanto a Clint mismo, apenas dos meses después de la muerte de su esposa, él considera que está funcionando en piloto automático, manteniéndose ocupado con el trabajo y cuidando de sus dos hijos.

Clint señala que quiere hacer lo que pueda para ayudar a otros que puedan estar en una situación similar. “Voy a ser muy franco”, dice, “durante el primer mes, no podía – y estoy queriendo significar literalmente con esto una incapacidad – no podía leer mi Biblia, no podía orar.A pesar que yo sabía intelectualmente que la relación estaba allí, aunque yo sabía que [Dios] me amaba, acepté todas estas cosas desde un punto de vista mental. Espiritualmente no sentía nada.Y no se trata de los sentimientos, sino que la alegría en Dios había desaparecido por completo durante casi un mes. Yo estuve funcionando únicamente en lo que yo sabía que era verdad desde el punto de vista mental”.

Ahora, sin embargo, afirma que ha ido más allá de esa primera etapa, y que ha comenzado a orar de nuevo, inclusive por otras personas. No obstante ello, probablemente llegará un momento en el que tendrá que detenerse y hacer duelo por la pérdida de su esposa.

Pese a que el cansancio y el sufrimiento es palpable en la voz de Clint, al hablar con él se detecta una resignación profunda, no nacida de la desesperación sino de una fe auténtica y arraigada que acepta que este sufrimiento fue en última instancia significativo, y que hay tragedias peores inclusive que la muerte.

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