En la historia de la NBA, pocas veces se había celebrado tanto el triunfo del “equipo” sobre los nombres de los protagonistas . Dallas Mavericks venció en las finales a Miami Heat en una final emocionante que enfrentó no sólo a dos grandes equipos y a sus estrellas, sino también dos formas de entender el deporte.
Miami Heat partía en la eliminatoria como favorito gracias a su quinteto inicial, en el que despuntan tres grandes estrellas del baloncesto. Dwayne Wade, Chris Bosh y LeBron James se encuentran entre los mejores en el aspecto individual, mueven millones en publicidad y son referentes, sobre todo el último, del juego ostentoso, de la victoria conseguida humillando al rival. Frente a ellos, Dallas Mavericks presentaba un equipo de gran talento, capaz de trabajar como una máquina engrasada que finalmente resultó imparable para los de Florida.
La noche del pasado domingo se vivió algo histórico, ya que era la primera vez que Dallas conseguía el título de la NBA. Los jugadores del equipo ganador levantan un trofeo y además se les regala un mítico anillo de oro que es el ‘objeto de deseo’ de todo jugador de baloncesto profesional. Grandes jugadores de la historia (entre ellos Stockton, Malone o Barkley) han intentado conseguir el premio más deseado y se han quedado en el camino. Jason Terry, hasta hace unos días, se encontraba en ese honroso grupo.
Fue en 2006, también en unas finales contra Miami, cuando el sueño del campeonato se les escapó de las manos. Terry, entonces con 29 años, perdió un tren que resulta difícil volver a alcanzar. Sin embargo, ‘Jet’ – apodo que le pusieron por su gran velocidad para salir al contraataque – seguía confiando.
EL ‘PROFETA’ DE SEATTLE
A comienzos de la temporada, pocos analistas contaban con el triunfo de Dallas , un equipo tocado en su imagen tras la final perdida en 2006. Por eso la prensa y muchos colegas se mofaron de Jason Terry cuando apareció en el parquet para disputar el primer partido con un tatuaje nuevo en su bíceps. Se trataba del trofeo de campeón , símbolo de que este era su año.
Había prometido borrárselo en caso de que no ganasen el anillo, pero ahora es feliz exhibiéndolo. El escolta, tras ganar las series siendo una importantísima pieza en el ataque del equipo tejano, desveló que este tatuaje había ayudado a la química del equipo, haciendo que todos los compañeros se contagiasen y también creyeran que el sueño esta vez era posible.
EL DESAFÍO Y LA FE
En las finales el reto era muy difícil, y todavía se complicó más después de perder el primer partido. Terry estaba lejos de los números que se esperaban de él. Sin embargo, en el segundo enfrentamiento, después de ir perdiendo por quince puntos y a falta de seis minutos por disputarse, Dallas consiguió remontar, dando un golpe a la eliminatoria.
Tras la victoria, ‘Jet’ explicó que él es “un tipo espiritual” , por lo que siempre creyó en que la victoria llegaría de la providencia y del buen trabajo del equipo. “Creemos en cada hombre en ese vestuario, incluido el equipo técnico”. Nadie estaba “disgustado” por ir perdiendo, sino que se respiraba “determinación” para hacer el milagro.
En el quinto partido Terry completó una actuación memorable , siendo el máximo anotador de su equipo y llevándolo a la victoria parcial de 3 a 2. A pie de pista, la entrevistadora le preguntaba cómo había recuperado su acierto. En esos momentos de euforia y éxito, Terry dijo que había sido gracias a su“fe en Dios. ¡A Dios sea toda la gloria! Él me da todas las fuerzas para salir aquí y rendir a un alto nivel”.
Ya en el último encuentro de la serie, de nuevo en campo rival, Terry volvió a firmar un gran partido. Y ahora, tras ganar el deseado título, reconoció que lo había logrado “primero, gracias a mi fe en Dios” . Y en consecuencia “viene la confianza, el saber que puedes tener éxito cuando juegas con tipos como los que tenemos en el equipo”. “Jugamos duro y oramos fervientemente para regresar a Dallas” contó en su Twitter , que tiene más de 400.000 seguidores
EL CAMINO A UN SUEÑO CUMPLIDO
Jason Terry nació en Seattle (Washington) hace casi 34 años. Fue criado en el seno de una tradicional familia afroamericana, creció junto a diez hermanos y, a pesar de no tener una gran estatura, pronto destacó como jugador de baloncesto, gracias a su velocidad y su acierto en los lanzamientos al aro.
Lleva doce años como profesional, en los que ha rendido siempre a un gran nivel, aunque todavía muchos le consideraban el principal culpable de la derrota de su equipo en las finales del 2006. Unas finales de las que no se fue de vacío: se llevó los pantalones de uno de los rivales, Gary Payton, ya que entre sus ‘manías’ está la de dormir la noche anterior al partido con los pantalones de sus rivales. Otra de las anécdotas que siempre le acompañan es la de que suele comer zancos de pollo a la barbacoa antes de cada encuentro.
Anécdotas e historias que nutren la historia de un jugador que ha luchado por conseguir su objetivo . “Pienso en mi viaje personal. Cuando vine desde Seattle, creciendo como jugador muchas noches en las canchas, imitando a los grandes del baloncesto como Isiah Thomas o Magic… Ahora estoy en el mismo nivel que ellos. Ellos eran campeones, y yo ahora también lo soy”, declaró tras recibir el título.
Más desconocida es su faceta personal . Jason Terry está casado y es padre de cuatro hijas. No es extraño verle participar en las acciones solidarias que organiza con asiduidad la NBA con el programa ‘NBA cares’. De hecho, además de patrocinar varios campus de baloncesto, Terry tiene una fundación propia que lleva su nombre ( Jason Terry Foundation ), en la que invierte para que niños sin recursos puedan conseguir sus sueños. De la misma forma que él, apoyándose en su fe en Dios, ahora lo ha conseguido.
Autores: Daniel Hofkamp
Fuente: Protestante Digital
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