La persistente batalla en Estados Unidos entre ‘creacionistas’ y defensores de la teoría de la evolución, dos siglos después del nacimiento de Charles Darwin, revela una división cultural profunda en un país donde la religión ocupa un espacio preponderante.
Cerca de 150 años después que el naturalista británico publicara su obra sobre el origen de las especies, muchos estadounidenses continúan rechazando la teoría de la evolución.
Y la controversia ha cobrado fuerza en los últimos años ante la cuestión de la enseñanza del ‘creacionismo’ en escuelas públicas, objeto de apasionados debates en los consejos locales de educación y en los Congresos de una treintena de estados.
El Consejo electo de la Educación de Kansas (centro) votó en 2005 autorizar la enseñanza del ‘creacionismo’ –que afirma que el hombre es un diseño «inteligente» que no desciende de un ser menos evolucionado como el mono sino que es una creación divina– en instituciones públicas junto a la teoría de la evolución.
En enero de 2009 un consejo de educación de Texas (sur) oyó argumentos de defensores de ambas posturas sobre una inclusión o no del ‘creacionismo’ en la enseñanza de biología en las escuelas públicas del Estado.
La campaña inquietó tanto a la Academia estadounidense de las Ciencias que dedicó todo un sitio en internet a la defensa de la evolución.
Esta vasta ofensiva antievolucionista se inscribe en el hilo del célebre «proceso del mono» de 1925 que resultó en un profesor de biología condenado a 100 dólares de multa para haber enseñado «ilegalmente las teorías de Darwin» en Tennessee (sur).
Hubo que esperar hasta 1968 para que, en nombre de la separación de la Iglesia y del Estado, la Corte Suprema considerara anticonstitucional la prohibición de enseñar la teoría de la evolución, por un caso de Arkansas (sur).
En 1987, la Corte Suprema juzgó contrario a la Constitución el hacer obligatoria la enseñanza del ‘creacionismo’, que volvería a promover una creencia religiosa en la educación pública.
A partir de estos reveses los ‘creacionistas’ cambiaron de táctica para presentarse como víctimas de un pensamiento dominante sobre el origen del hombre.
No reclaman más la enseñanza del ‘creacionismo’ sino que exigen que la teoría de la evolución no sea enseñada en solitario en nombre de la libertad de elección.
En su obra de 1995, «Darwin’s Black Box», Michael Behe, biólogo, considerado el padre de la «intención inteligente», explica que ciertos mecanismos moleculares son demasiado complejos para resultar del proceso de selección natural descrito por Darwin.
«La enseñanza de la evolución forma parte de una guerra cultural» en Estados Unidos y no está muy lejos de la del aborto y la del matrimonio homosexual, opinó David Lasci, analista del Pew Research Center.
Lasci citó como ejemplo las declaraciones de la ex candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, a favor de enseñar el ‘creacionismo’ junto a la teoría de la evolución en las escuelas públicas.
Según una encuesta del instituto Pew, solamente 26% de los estadounidenses suscribe a la teoría de la evolución.
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