Un estudio de la Universidad Brigham Young, publicado por el «Journal of Drugs Issues» demuestra el beneficio social que se obtiene al tener convicciones y valores religiosos. Según el estudio con creencias, los jóvenes abusan mucho menos del alcohol, el tabaco y las drogas. Stephen Bahr, uno de los autores del estudio, recalca que «no importa cuál sea la denominación religiosa concreta, hay un efecto independiente: los jóvenes religiosos tienen menos riesgo de drogarse, incluso si sus amigos sí lo hacen».
El estudio iniciado en 2008 por la Universidad Brigham Young, publicado en el «Journal of Drug Issues», demuestra que los jóvenes religiosos abusan mucho menos del alcohol, el tabaco y las drogas. Los sociólogos han usado los datos de 13.500 adolescentes norteamericanos de la última encuesta longitudinal de salud adolescente y encuestas a 4.980 estudiantes del muy religioso estado de Utah.
«Después de analizar las características de las familias y del grupo de amigos, no importa cuál sea la denominación religiosa concreta, hay un efecto independiente: los jóvenes religiosos tienen menos riesgo de drogarse, incluso si sus amigos sí lo hacen», concluye Stephen Bahr, uno de los autores de la investigación.
John Hoffman, el otro autor del estudio, explica que la espiritualidad y la comunidad religiosa aportan un suplemento a la influencia de los padres. «Los padres no deberían forzarlo, pero pueden incentivar la espiritualidad y religiosidad en sus familias, que en sí misma será una influencia positiva en la vida de sus hijos», dice Hoffman.
ESQUIVANDO LAS MODAS CON VALORES SóLIDOS
Los sociólogos distinguen entre las drogas fuertes e ilegales, como la cocaína y la heroína, y las legales y el hachís. Fumar tabaco, marihuana y emborracharse está muy tolerado por la sociedad juvenil. Es aquí donde la creencia religiosa defiende al joven creyente: «No me importa si está de moda y todos lo hacen; yo no», dicen estos jóvenes.
En cambio, la cocaína y heroína, ilegales y asociadas con marginación, perseguidas por leyes duras, tienen un mayor rechazo entre los jóvenes, incluso los no creyentes, debido al bombardeo de mensajes contra ellas; y en este aspecto no existen diferencias.
Otro hallazgo es que lo que importa de verdad es la religiosidad individual del joven, su convicción personal, y no tanto si ha crecido en una iglesia o si va a las reuniones religiosas. Estas conclusiones refuerzan otras similares publicadas en 2007 por la Heritage Foundation en Estados Unidos.
Fuente: La Razón. Edición: ACPress.net.
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