JERUSALEN,
EJERCICIO CULTURAL
Shalev afirma que la `Biblia judía´ (se corresponde con el Antiguo Testamento de la Biblia protestante) es la más antigua de las fábulas y el mismo se ve como el eslabón de una larga cadena de escritores que sigue escribiendo en la misma lengua 3.000 años después.
Grossman acaba de publicar Lion´s Honey, una revisión novelada del mito de Sansón y ha escrito obras como Lapid, donde disecciona a Herodes, a los patriarcas Abraham y Jacob, los profetas Moisés y Samuel o al monarca Saúl.
En Europa podría extrañar el interés de intelectuales de la izquierda a la que pertenecen estos escritores, por el arca de las esencias del judaísmo. Pero aquí los libros sagrados son indisociables a la identidad israelí.
Para empezar, el arameo de los textos sagrados es la base del hebreo moderno. Además la Torá ha servido como testimonio de la existencia en la Antigüedad de una vida nacional judía en la tierra de Israel, como justificación para restablecerla en los tiempos modernos y como prueba de un glorioso pasado y un prometedor futuro.
UN TEXTO ACTUAL
En términos prácticos la `Biblia judía´ se cuela en todos los aspectos de la vida de los israelís. En los colegios públicos, por ejemplo, se estudia desde la infancia hasta la universidad como parte de su historia y legado nacional. Las televisiones le dedican programas de debate. Los periódicos la abordan desde columnas semanales firmadas por rabinos o expertos. Incluso los políticos se atacan a menudo comparando al rival con algún infame personaje de la Torá.
Todos estos factores explican el interés de los lectores por las novelas y ensayos bíblicos, aupados casi sin excepción a la categoría de superventas
Fuente: El Periódico. Redacción: ACPress.net
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